sábado, 8 de noviembre de 2014

Infancia



Después la puerta todavía está cerrada,

dos días más se pasaron

noches con los ojos enrojecidos

lentas y eternas como

       el silencio.





Algo rasguña suavemente la puerta

queriendo entrar sin urgencia

ligero y prometedor

         externo

que no llega a sonar

dentro de sus oídos:


una voz grave y vacía,

      penetra a granel

bajo la piel

como la distancia

una lejanía enternecedora.




Barreras de carne entre el todo

el yo que es recuerdo

mirándose


se des

dobla el presente

sus palabras envuelven

nuestros cuerpos.




Se acuesta en el piso

queriendo sentir

el calor de la madera


acaricia sus brazos carcomidos su humedad

se abraza largamente

para quedarse dormida



así,
en el hueco de su furia.