Después la puerta todavía está cerrada,
dos días más se pasaron
noches con los ojos enrojecidos
lentas y eternas como
el silencio.
Algo rasguña suavemente la puerta
queriendo entrar sin urgencia
ligero y prometedor
externo
que no llega a sonar
dentro de sus oídos:
una voz grave y vacía,
penetra a granel
bajo la piel
como la distancia
una lejanía enternecedora.
Barreras de carne entre el todo
el yo que es recuerdo
mirándose
se des
dobla el presente
sus palabras envuelven
nuestros cuerpos.
Se acuesta en el piso
queriendo sentir
el calor de la madera
acaricia sus brazos carcomidos su humedad
se abraza largamente
para quedarse dormida
así,
en el hueco de su furia.
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