Una
nube de eco
blanca
inunda la habitación,
la cree controlar,
la cree controlar,
pero
brota de mí.
Febril, ordinaria,
cínica
como
el que no es
pero
quiere ver.
Orgánica es
la ira
brutal,
cristalina,
ancestral,
desde
el nervio
duro
de
mi existencia.
Me
encierro
sobre
mí,
como
una cáscara
mojada,
dura y blanda,
débil
dentro
de sus acciones
minuciosamente elegidas
por
mi hambre tiránica.
Lo
acorralo
para
encontrarme, me
golpeo para
sentir
algo, me
corto
para
ser la furia,
dentro
mío algo
que
no sea
ficcional.
Como
los pies
que
se divorcian
cotidiano
olvidarse
de mi
máscara.
máscara.
El
camina por la habitación,
acaricia la
pared con suavidad,
esperando
alguien
que
lo devuelva
al
centro de atención.
El
blanco se esparce
como
una enfermedad
en
la vejez, una luz
lo
recorre
desde
los pies
hasta
la nuca,
su cara se gira violentamente.
su cara se gira violentamente.
Esos
ojos
cuando
me convertí
en
vacío, lo miran
con
tristeza
pensando
si
este tsunami lo puedo parar
de
si no era mejor
sufrir
que
este humo intenso.
El
eco lo consume,
lo
abraza,
lo
contiene,
lo desintegra con la fuerza
lo desintegra con la fuerza
de
unas pocas sílabas.
La
palabra
como
ente regulador
lo abarca todo
lo abarca todo
y
lo destruye.
Acá
las cosas son
como yo
como yo
quiero.
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